domingo, 13 de enero de 2013

Ecología retorcida


Echa, de hiedra, una ramita enrollada para que sus presas puedan posarse y no se amontonen en el fondo del tarro. Se incorpora dispuesto a marcharse, pero al levantar la mirada descubre frente a él a un extraño.
-¡Está prohibido cazar en esta reserva! -espeta el corpulento guardabosques al furtivo señalando el arma del delito-. ¿Sabes lo mucho que cuesta mantener el equilibrio entre las especies de la zona? -uno de sus ojos parpadea sin parar y su frente, crispada, enrojece por momentos-. Cualquier alteración puede desestabilizar este hábitat.
Atrapa al chico con su monstruosa mano cubriéndole la cara con la palma y, elevándolo varios palmos del suelo, ahoga el grito que alertaría a las personas que disfrutan de la siesta en el cercano merendero, o a las que se bañan en el río, o a los excursionistas que fotografían setas, o a la pareja que escala en el acantilado. Lo mantiene así largo rato, privando de aire los pulmones del muchacho con la misma técnica que utiliza para asfixiar los conejos cuando éstos exceden en número la población preestablecida.
De una de las manos del niño resbala el cazamariposas, de la otra el frasco que, al chocar contra el suelo, estalla en mil pedazos dejando libres a los preciados insectos. Tiñendo con su tornado de color, aquella soleada tarde de verano. 


Menuda carrera: I Carrera verde
No sé si he sido muy lento o los demás equipos han corrido mucho (y bien). Espero no llegar demasiado tarde.
He cogido el testigo de Diana Narváez con  su araña en bici y ahora se lo entrego a Raquel (Piel de retales) que nos sorprenderá, seguro, con una fantástica fotografía.